Unos ansiolíticos podrían vincularse con el riesgo de Alzheimer.

Los adultos mayores que utilizan sedantes de forma habitual para la ansiedad o el insomnio podrían enfrentarse a un mayor riesgo de contraer la enfermedad de Alzheimer, sugiere un estudio reciente.

Los fármacos en cuestión son las benzodiacepinas, un grupo de sedantes que se recetan mucho y que incluyen el lorazepam (Ativan), diazepam (Valium) y alprazolam (Xanax). Los adultos mayores comúnmente toman los fármacos para la ansiedad o el insomnio, con frecuencia a largo plazo, según la información de respaldo del estudio.

Eso es a pesar de que las directrices solo aconsejan el uso a corto plazo de los medicamentos, como mucho. En 2012, la Sociedad Americana de Geriatría (American Geriatrics Society, AGS), incluyó a las benzodiacepinas en su lista de fármacos considerados como "potencialmente inadecuados" para los adultos mayores, debido a riesgos como la confusión, los mareos y las caídas.

El estudio actual no es el primero en vincular las benzodiacepinas al riesgo de Alzheimer, pero añade a las evidencias de que el uso a mayor plazo de esos fármacos (más allá de los tres meses) podría ser un factor de riesgo, según la investigadora líder, Sophie Billioti de Gage, candidata doctoral de la Universidad de Burdeos, en Francia.

"Para las personas que necesitan o que usan benzodiacepinas, parece esencial animar a los médicos a equilibrar con cuidado los beneficios y los riesgos al renovar la receta", apuntó Billioti de Gage.

Pero el estudio solo pudo hallar una asociación entre los fármacos y el riesgo de Alzheimer. No se diseñó para probar de forma definitiva que los medicamentos provocaban la afección, que acaba con la memoria, según una especialista en geriatría, la Dra. Gisele Wolf-Klein, que no participó en la investigación.

Un motivo es que los hallazgos se basan en los registros de recetas. "Sabemos que se recetaron los fármacos, pero no sabemos con qué frecuencia se los tomaban las personas, o incluso si se los tomaban", señaló Wolf-Klein, directora de educación en geriatría del Sistema de Salud North Shore-LIJ en New Hyde Park, Nueva York.

Pero a pesar de eso, las benzodiacepinas plantean suficientes riesgos conocidos como para ameritar preocupación, señaló.

"No hay ninguna duda de que esos medicamentos tienen efectos secundarios peligrosos", advirtió Wolf-Klein. "Es importante que las personas comprendan que pueden ser adictivas, y aumentar el riesgo de confusión y de caídas".

El estudio aparece en la edición en línea del 9 de septiembre de la revista BMJ.

Para el estudio, el equipo de Billioti de Gage examinó los expedientes de casi 1,800 adultos mayores con Alzheimer, comparando a cada uno con cuatro personas libres de demencia de la misma edad y del mismo sexo.

Hallaron que las personas a quienes se habían recetado benzodiacepinas durante más de tres meses tenían un 51 por ciento más de probabilidades de contraer Alzheimer que las personas que nunca habían usado los fármacos.

El riesgo casi se duplicó si habían tomado los medicamentos durante más de seis meses.

Según Billioti de Gage, las personas que están en las etapas iniciales de Alzheimer pueden tener síntomas como problemas del sueño y ansiedad. Eso plantea la posibilidad de que el uso de benzodiacepinas sea un resultado del Alzheimer, y no la causa de la enfermedad.

Pero dijo que el estudio se diseñó para contrarrestar esa posibilidad. Solo tomaron en cuenta las recetas que comenzaron al menos cinco años antes del diagnóstico de Alzheimer de la persona.

Billioti de Gage señaló que los medicamentos pueden resultar útiles a corto plazo. Y apuntó que el estudio no halló un mayor riesgo de Alzheimer entre los adultos mayores a quienes se recetaron los fármacos según las directrices internacionales, lo que significa usarlos no más de un mes para el insomnio, y no más de tres meses para los síntomas de ansiedad.

El Dr. Malaz Boustani, coautor de un editorial publicado junto con el estudio, dijo que los adultos mayores deben tener cuidado con el uso de los fármacos, o de cualquier medicamento que pueda afectar la función mental.

"Debemos tomar los efectos secundarios de estos fármacos con mucha más seriedad", enfatizó Boustani, investigador del Instituto Regenstrief del Centro de Investigación sobre el Envejecimiento de la Universidad de Indiana, en Indianápolis.

Según la AGS, varios medicamentos pueden hacer que los adultos mayores se sientan aturdidos y confusos. Incluyen otros tipos de somníferos, como zaleplon (Sonata) y zolpidem (Ambien); los antihistamínicos como la difenhidramina (Benadryl) y la clorfeniramina (AllerChlor, Chlor-Trimeton), y los relajantes musculares.

Tanto Boustani como Wolf-Klein sugirieron recurrir a terapias no farmacológicas para los problemas del sueño y la ansiedad, en parte porque los medicamentos no abordan los problemas subyacentes.

Cuando parece que una persona mayor tiene problemas para dormir, dijo Wolf-Klein, quizá solo se necesiten unos cambios en la rutina, como evitar la cafeína o limitar los líquidos de noche.

Cuando un trastorno de ansiedad es el problema, con frecuencia la terapia cognitivo conductual (terapia del habla) resulta efectiva, señaló Boustani.

"El mensaje más amplio es que debemos cuidar al cerebro", enfatizó Boustani. "Y el primer paso es no dañarlo".

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