La dieta de la luna, la del pomelo, la de los 7 días… ¿Son tan “milagrosas” como prometen? Damos una mirada especializada en el tema, para saber cuáles son buenas y cuáles riesgosas.
Con el objetivo de bajar de peso, muchas veces se practican dietas estrictas y pasajeras. Estos planes "de moda" comparten algunas características:
* Suenan demasiado bien para ser verdad. El único secreto para tener un peso y un cuerpo cómodos es hacer un esfuerzo considerable para cambiar estilo de vida.
* Proponen la pérdida rápida de peso. La realidad es que nada importante se modifica tan rápido y, para peor, lo que perdemos con estas dietas es mucho músculo en lugar de grasa.
* Eliminan un grupo entero de alimentos. Muchas de ellas prohíben comer, por ejemplo, hidratos de carbono. ¡Y es, ni más ni menos, que el mejor combustible! Hemos sobrevivido gracias a que nacemos omnívoros o generalistas y obtenemos nutrientes de todas las fuentes. Por eso, no podemos excluir alguna.
* Incluyen la venta obligatoria de algo. Cuando seguimos estas dietas nos encontramos ante la necesidad de comprar un preparado en polvo, unas pastillas o comida.
* Prometen la pérdida concreta de peso. Y la realidad es que nadie puede asegurar cuánto peso perderemos, pues los humanos sólo podemos manejar cuánto nos movemos y cuánto ingerimos.
* Proponen planes de menos de 800 calorías. Toda vez que no comemos, nos comeremos: es autocanibalismo, pues no sólo nos comeremos nuestra grasa sino nuestro cerebro, nuestros glúteos y nuestro corazón.
Por lo tanto, resulta fundamental no realizar dietas estrictas y pasajeras. "Legalizar" los alimentos permite disminuir el deseo por lo prohibido y evitar los atracones.
Para lograr un peso cómodo y una mejor calidad de vida, es importante que nos alimentemos en forma sana, equilibrada y sin restricciones excesivas.