APUNTE.COM.DO, SANTO DOMINGO. -La ansiedad se ha convertido en una de las problemáticas de salud mental más extendidas a nivel global. Aunque a menudo es confundida con el estrés cotidiano o el nerviosismo pasajero, cuando se vuelve intensa, persistente y frecuente, puede transformar radicalmente la manera en que pensamos, sentimos y nos relacionamos con el mundo que nos rodea.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 300 millones de personas en el mundo padecen algún trastorno relacionado con la ansiedad. En América Latina, se estima que entre un 5 % y un 7 % de la población presenta síntomas que requieren atención especializada.
En la República Dominicana, aunque los datos oficiales no siempre son precisos, se calcula que aproximadamente un 7 % de los dominicanos enfrenta cuadros de ansiedad en diferentes grados. Esto la convierte en una de las causas más recurrentes de consulta en salud mental, reflejando una creciente necesidad de atención, diagnóstico temprano y tratamiento efectivo.
Este trastorno afecta con mayor frecuencia a mujeres y jóvenes, grupos especialmente vulnerables ante las presiones sociales y culturales que exacerban la tensión emocional.
La ansiedad va más allá de la simple inquietud. Se manifiesta como una carga constante que puede alterar múltiples aspectos de la vida diaria. Las personas que la padecen suelen experimentar dificultades para concentrarse en sus labores diarias, ya sea en el trabajo o en los estudios, así como trastornos del sueño que van desde insomnio hasta despertar frecuente durante la noche.
A nivel físico, es común que la ansiedad provoque dolores musculares, fatiga constante y una sensación generalizada de falta de energía. Socialmente, puede llevar al aislamiento, evitando situaciones que impliquen interacción laboral o social, debido al miedo o malestar que generan.
También se presentan síntomas somáticos como palpitaciones aceleradas, cefaleas recurrentes o malestar estomacal, que muchas veces confunden a quienes lo sufren, haciendo difícil identificar la causa emocional detrás del malestar.
La ansiedad puede ser una presencia silenciosa que pasa desapercibida hasta que sus efectos se vuelven demasiado evidentes. Entre las señales de alerta que suelen minimizarse están la preocupación desmedida por asuntos cotidianos, irritabilidad sin razón aparente, la necesidad obsesiva de mantener el control y pensamientos persistentes sobre posibles desgracias o situaciones negativas.
Estas manifestaciones a menudo se atribuyen a rasgos personales o carácter, lo que retrasa la búsqueda de ayuda y agrava la condición con el tiempo.
Cuando la ansiedad se convierte en crisis
En su forma más aguda, la ansiedad puede desencadenar ataques de pánico, episodios breves pero intensos caracterizados por síntomas físicos y emocionales abrumadores. Durante estos episodios, la persona puede experimentar dificultad para respirar, sensación de ahogo, palpitaciones aceleradas, sudoración profusa, temblores y mareos.
Además, el miedo intenso a perder el control o incluso a morir puede hacer que la experiencia sea aterradora.
Aunque estos ataques suelen durar unos minutos, el impacto emocional que dejan puede prolongarse mucho más, generando un ciclo de temor anticipatorio que aumenta la ansiedad general.
Aunque no siempre es posible eliminar por completo la ansiedad, sí se pueden implementar medidas para reducir su impacto y mejorar la calidad de vida. Mantener una rutina regular de ejercicio físico ayuda a liberar tensiones y mejorar el estado de ánimo. Un sueño reparador, con horarios establecidos, es fundamental para equilibrar las funciones mentales y emocionales.
Es recomendable evitar el consumo excesivo de café, alcohol y otras sustancias estimulantes que pueden exacerbar los síntomas ansiosos. Las técnicas de respiración profunda, meditación y relajación contribuyen a controlar los episodios de ansiedad y a fomentar la calma.
Cuando la ansiedad interfiere significativamente con las actividades diarias, es indispensable buscar la ayuda de profesionales de la salud mental, quienes pueden ofrecer terapias específicas y, en algunos casos, medicación adecuada.
Debe considerarse la intervención especializada cuando los síntomas son persistentes y afectan el desempeño laboral, académico o las relaciones personales. También cuando se presentan crisis frecuentes o la ansiedad limita la capacidad para realizar actividades cotidianas. La sensación de perder el control sobre la propia vida es una señal clara de que es necesaria una atención profesional.
Reconocer a tiempo los signos de ansiedad es crucial para evitar que se convierta en un trastorno crónico y para recuperar el bienestar integral. La ansiedad, aunque invisible para muchos, condiciona la existencia de quienes la padecen y merece toda la atención que la salud mental demanda.