Vértigos y mareos: cuándo se producen y cómo curarlos

El tratamiento de los mareos cervicales se basa en enfoques fisioterapéuticos, con ejercicios de rehabilitación tales como movilización pasiva de las articulaciones y control postural.

Redacción Internacional Salud.- Los mareos o los vértigos son fenómenos íntimamente relacionados, pero diferenciados entre sí. Se trata de dos síntomas de naturaleza neurológica que pueden tener muchas causas diferentes, algunas bastante inesperadas. Por ejemplo, pueden derivar de problemas en las articulaciones cervicales, como traumatismos o contracturas.

Si se produce cierto tipo de lesiones en el cuello, son varias las razones que pueden llevar a que se produzcan mareos. Por ejemplo, se puede producir una compresión de la arteria vertebral, que reduce ligeramente el flujo de sangre al cerebro.

Del mismo modo, la tensión en la nuca puede afectar al oído interno, en el que se encuentran el caracol, un órgano íntimamente relacionado con el equilibrio.

¿Qué son y por qué se producen?

Las causas más frecuentes son tres: el denominado 'latigazo cervical', las malas posturas repetidas y sostenidas en el tiempo y la artritis o artrosis vertical.

En el primer caso, estaríamos hablando de una lesión que se produce habitualmente tras un accidente o frenazo muy brusco con un vehículo, en el que por acción del cinturón de seguridad ocurre una flexión y una extensión muy bruscas de la zona cervical.

En el segundo, el mantenimiento de posturas inadecuadas va provocando a la larga distintos problemas vasculares, musculares y vestibulares por compresión de ciertos vasos sanguíneos y/o nervios.

En el tercero, ocurre un deterioro del cartílago en la articulación del cuello que termina por producir fallos funcionales en la misma y lesiones que pueden afectar a los nervios o a los vasos sanguíneos.

¿Cómo se tratan?

Habitualmente, el tratamiento de los mareos cervicales se basa en enfoques fisioterapéuticos, con ejercicios de rehabilitación tales como movilización pasiva de las articulaciones y control postural, ejercicios de estabilidad cérvico-ocular (basados en aumentar las sensaciones de origen muscular o articulatorio que informan al cerebro sobre la posición de las distintas partes del propio cuerpo) o los ejercicios de flexo-extensión.

Puede ser necesario complementar esta estrategia con otras herramientas como el uso de analgésicos o relajantes musculares (previa prescripción médica) o el uso de un collarín.

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