SUIZA.- Los expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) estiman que actualmente hay “millones de casos de sarampión” que no son reportados a los sistemas de sanidad y que se está retrocediendo de manera alarmante en el control de esta enfermedad, de la que hay graves brotes en distintas partes del mundo.
“Los casos de sarampión están en aumento. Los datos muestran un sustancial incremento en todas las regiones, no se trata de un problema aislado”, dijo hoy en una rueda de prensa la directora de Inmunización de la OMS, Katherine O’Brien.
Filipinas, Madagascar y Venezuela experimentan algunos de los peores brotes recientes, mientras que en Europa los casos se triplicaron en 2018 con respecto al año anterior y alcanzaron los 83.000, de los que 53.000 corresponden a Ucrania.
A nivel mundial, los casos de sarampión reportados en 2018 fueron aproximadamente 229.000, pero los expertos reconocen que las cifras que llegan a las estadísticas oficiales apenas representan el 10 % de la realidad.
“Por esto sabemos que no estamos hablando de decenas de miles de casos reales, sino de millones”, afirmó O’Brien en un encuentro con periodistas organizado por la OMS para ofrecer información actualizada sobre la propagación de la enfermedad.
El sarampión es una enfermedad infecciosa totalmente prevenible mediante la vacunación (consistente en dos dosis) , causante de fiebre y que en casos de complicación puede provocar neumonía, ceguera y la muerte.
“Es una de las enfermedades infecciosas más contagiosas que existen y se calcula que un caso transmite el virus a de nueve a diez personas más”, explicó la experta de la OMS.
El virus no sólo se transmite por contacto directo con una persona infectada ya que esta puede estornudar o toser expulsando pequeñas gotitas sobre superficies donde el patógeno sobrevive durante horas.
“Estamos retrocediendo frente a los progresos que habíamos hecho y esto no es porque no contemos con herramientas para prevenir el sarampión, sino porque estamos fallando en la vacunación”, sostuvo O’Brien.
La causa es el escaso acceso a la vacunación en contextos de pobreza y marginalidad, en particular entre poblaciones de migrantes y refugiados.
Otra barrera, aunque menos grave, es que algunos padres se niegan a vacunar a sus hijos, influenciados por información falsa que circuló en los años noventa sobre una relación entre la vacuna del sarampión y casos de autismo.