Corazón biónico, la esperanza de vida de los suramericanos que no logran trasplantes

El aparato consiste en una pequeña bomba que se implanta justo debajo del corazón y se conecta al ventrículo izquierdo y a la aorta, arteria principal que lleva la sangre oxigenada a todo el cuerpo

Andrés Hernández tiene 18 años y se puede decir que lleva una vida totalmente normal, salvo porque carga en los bolsillos una parte de su "corazón", después de que le implantaran una pequeña turbina cuando estimaban que solo le quedaba un año de vida y era inviable un trasplante.

"Fue mi oportunidad de vivir", dijo este estudiante colombiano de 18 años, cuyo corazón comenzó a dilatarse tras sufrir una infección cuanto tenía seis meses de edad, lo que disminuía su capacidad de bombear sangre y se traducía en una fatiga constante hasta para comer, lo que se agudizó y lo puso al borde de la muerte cuando cumplió 15.

Tuvo cerca de quince hospitalizaciones en solo seis meses hasta que apareció la opción de un dispositivo de asistencia ventricular, cuya última generación, el Heartmate III, acaba de llegar a Suramérica.

Ya que el riesgo de morir de Andrés "era muy alto" y no era viable un trasplante, "pues por su tamaño y peso (42 kilos cuando lo normal era 52) no había un órgano adecuado, se optó por este 'corazón artificial'", afirmó el médico cirujano Antonio Figueredo, de la Fundación Cardiovascular de Colombia, pionera de estos procedimientos en el sur del continente.

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El "corazón" al que se refiere Figueredo impulsa la sangre como una potente turbina (hasta 10 litros por minuto) y solo se implanta a pacientes con insuficiencia cardíaca terminal, una condición que los pone en riesgo de muerte y les impide realizar actividades básicas como caminar, vestirse o bañarse por la permanente sensación de agotamiento.

La bomba, hecha de titanio y que pesa unos 400 gramos, es impulsada por un rotor eléctrico que permite un flujo sanguíneo similar al de un corazón sano y está conectada, mediante un cable que sale por el abdomen del paciente, a un controlador externo y a unas imprescindibles baterías recargables, que Andrés suele llevar en los bolsillos del pantalón.

La maestra rural colombiana Cielo González, de 57 años, y el arquitecto venezolano Sergio Díaz, de 36 años, también están entre los primeros pacientes de Suramérica con este implante.

Díaz, quien desarrolló una falla cardiaca siendo ya adulto, fue el primero de la región en recibir el "Heartmate III".

Esta nueva generación del dispositivo difiere de los dos primeros porque muestra un pulso artificial y es "magnético-levitado", lo que "permite que la sangre pase con mayor suavidad a través de la bomba", explicó el médico Leonardo Salazar, director del Programa de Corazón Artificial de la Fundación Cardiovascular de Colombia.

Según la fundación, Diaz "tuvo una miocarditis causada por el virus de Coxsackie, que hace tres años le dañó el corazón. El cardiólogo que lo trató en Venezuela llegó a la conclusión de que la única posibilidad de vivir que tenía era, o un trasplante (pero en su país tenía dificultades para realizarlo) o una asistencia ventricular".

Por eso Salazar destaca que este "corazón artificial", que ha sido aplicado a unas 20.000 personas en el mundo, es fundamental para aquellos que no pueden recibir un trasplante "por diversas razones, como edad, peso, deterioro físico y, por supuesto, por la falta de cultura de donación de órganos".

"Debido a la falta de donantes, en esta región un trasplante para el tema del corazón, es como ganarse la lotería para solucionar la pobreza", subraya.

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