La miel cura muchas enfermedades, pero no sirve para todo lo que creemos: mitos y verdades


La miel es uno de los elementos imprescindibles de esa rebotica casera y un ingrediente indispensable dentro de los remedios de la abuela que calma y/o cura algunas de las enfermedades o problemas de salud o eso creemos.

 Bien es cierto que la miel tiene muchas propiedades curativas de ellas, pero no sirve para todo lo que pensamos.

Los catarros

 ¿Quién no se ha tomado o ha dado a sus hijos un vasito de leche caliente con miel para suavizar la garganta?

Pero, de ahí a curar resfriados, hay un paso bastante grande.

Según los expertos, “la miel no tiene un efecto descongestivo en las vías respiratorias, pero sí es cierto que en tos seca de carácter irritativo disminuye su reflejo”.

Por eso, viene bien para aliviar tos e hidratar mucosidades, pero en este sentido nada más.

El sueño. ¿Nos ayuda a dormirnos antes? La respuesta es rotundamente no. Su alta cantidad de energía hace que su consumo sea recomendado para el desayuno.

Si la tomamos por la noche, su efecto sería parecido al de una taza de café.

¿Nos da energía? Sí, y mucha.

En palabras de María del Carmen Seijo, miembro del Departamento de Biología Vegetal en la facultad de Ciencias de la Universidad de Vigo, “la miel es un producto que contiene principalmente azúcares simples de origen vegetal como la fructosa y la glucosa.

Estos azúcares proporcionan energía fácilmente asimilable por las células. Se considera que la energía que proporcionan 100 gramos de miel es de 320 kcal. A modo indicativo, una cucharada de miel lleva, aproximadamente, 30 gramos”.

¿Cura la resaca? Sorprendentemente sí, porque su alto contenido en azúcares naturales hace que su toma después de una noche en la que nos hemos pasado con el alcohol es positivo.

La miel mejora los niveles de glucosa en sangre y nos da sensación de bienestar.

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