¿Alguna vez te pusiste a evaluar tu propia capacidad para comunicarte? Si es así, ¿cómo te calificaste? Si todavía no lo hiciste, nunca es tarde
Hace poco trabajé con un pequeño bastante adorable para mejorar su discurso. Esencialmente, su madre me lo trajo diciendo que necesitaba mejorar su confianza y sus habilidades para hablar.
Cuando le pregunté, respondió que creía que una vez que su discurso fuera más claro, se sentiría más seguro. El niño tenía dificultades para pronunciar ciertas palabras y sonidos, lo que algunas veces hacía difícil entenderle.
Si bien avanzamos bastante, no tardé en notar que tenía algo emocional impidiendo su progreso en los problemas del habla.
Después de cada lección, le preguntaba cómo iba en la escuela y siempre me encontraba con la misma respuesta: bien. Obvio, que no me convencí hasta que confirmé mis temores en una reunión cuando le vi disimular unas lágrimas.
¿Cómo quieres que te mire la gente?
Finalmente, aceptó que tenía un problema y pudimos empezar con el entrenamiento. Comentó que todos los niños en su clase, en la escuela, lo estaban ignorando. Intentaba hablar con ellos, pero no le escuchaban, era casi como si no estuviera allí.
Como suele ser el caso, con el paso del tiempo esto tuvo un impacto en sus calificaciones en la escuela. Y eso le dio otro motivo para estar molesto, de repente, nada era divertido.
Por lo tanto, tuvimos algún entrenamiento que tuvo un gran impacto positivo en su autoestima. Por supuesto, esto a su vez tuvo un gran impacto en la forma como la gente se comportaba con él. Así que llegó el día en que ese pequeño problema, por el cual todos los otros niños lo ignoraban, desapareció.
Otra cosa interesante de todo esto es que en las semanas que siguieron, su discurso mejoró rápidamente. Sin embargo, como suele ser el caso, necesitaba más que una sesión centrada exclusivamente en este pequeño tema de confianza.
Como, no puedo obligar a la gente a hacer un seguimiento, sólo había tenido una sesión. Desafortunadamente, este avance fue seguido por una pequeña recaída apenas un mes después.
Así que volvimos a mirar su situación. Una de las cosas que más me impresionó fue El modo en que se comunicaba no me transmitía la sensación de darle importancia o valorar lo que hacíamos.
Nunca estaba seguro de cuánto me estaba escuchando o captando. Sólo seguí recibiendo esas respuestas de una o dos palabras.
¿Quieres hablar? Primero escucha
La lección aprendida fue la siguiente: La forma de comunicarnos con los demás tiene un enorme impacto en cómo se comunican con nosotros.
Cuando hablo de comunicación aquí, no me refiero simplemente a hablar, sino a escuchar. Si eres un excelente oyente, muchos desearán hablar contigo y, además, se sentirán increíblemente bien cada vez que lo hagan.
Antes de comenzar, tómate un momento para pensar en todas las conversaciones más grandes que has tenido. No sólo consideres las palabras, sino las veces en que fuiste escuchado o animado a escuchar. Después de todo, ¿qué sentido tiene hablar si nadie nos escucha?
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