Cómo las estaciones del año cambian nuestras emociones

Podemos echarle la culpa de nuestros cambios de ánimo al calor o al frío, a la lluvia o al sol… ¡y tendríamos toda la razón!

Por supuesto que las estaciones del año no son las únicas responsables de modificar nuestras emociones, pero intervienen bastante en el proceso. En el siguiente artículo te contaremos más al respecto.

Cambios de estación, cambios de emoción

Las condiciones climáticas pueden ejercer mucha influencia en el estado anímico de las personas.

En algunas épocas del año las enfermedades mentales (como la depresión) empeoran. También se experimentan síntomas relacionados al sueño, a la energía o a la concentración.

El trastorno afectivo estacional (TAE, por sus siglas) es más frecuente en los adultos y, sobre todo, en las mujeres.

No obstante, el entorno, las experiencias personales y hasta la historia familiar nos predisponen más o menos a estos cambios.

Este síndrome tiene algunos síntomas de depresión y está relacionado a la exposición solar o luz natural.

En otoño e invierno, cuando amanece más tarde y anoche más temprano, se producen muchos cambios a nivel hormonal y de neurotransmisores.

Las personas con este trastorno experimentan cambios de humor, desesperanza, ansiedad, irritabilidad, disminución de la libido…

También presentan síntomas vegetativos como aumento de peso y apetito, rechazo interpersonal o hipersomnia (dormir más de lo habitual).

Hay muchas teorías relacionadas al TAE.

No obstante, la mayoría indican que se debe a una respuesta cerebral en relación a la disminución de la luz y a las hormonas encargadas de los ciclos de sueño y vigilia:

La melatonina (está presente durante la oscuridad de la noche).
La serotonina (aumenta cuando nos exponemos a la luz).
Esto puede explicar por qué en verano desaparecen la tristeza, el mal humor y la depresión, tenemos más energía y nos levantamos antes que suene el despertador.

Por el contrario, cuando los días son más cortos (otoño e invierno) el estado de ánimo es bajo y los pensamientos y emociones negativas están a la orden del día.

Por su parte, según la época del año nuestra alimentación es diferente y eso también puede influir en el ánimo.

Aunque es verdad que en la actualidad podemos consumir cualquier alimento sin seguir un ciclo estacional debido a la globalización y a los métodos de cultivo o refrigeración, nuestro cuerpo elige ciertas comidas según la temperatura externa.

En verano consumimos más frutas y verduras, alimentos frescos y ligeros, bebidas frías…

En invierno preferimos menús más pesados, más calóricos, calientes y reconfortantes.

Cada estación genera un cambio en nuestras emociones

Cuando pasamos de una estación a otra manifestamos muchos cambios a nivel psicológico y anímico. Para algunos es solo usar otra ropa o tener nuevos hábitos.

Sin embargo, para otros es sinónimo de angustia, depresión, vitalidad o hasta alegría.

Esta estación donde todo florece y es colorido se relaciona a nuestra infancia, el inicio de la vida. El aire va limpiando de a poco el frío del invierno.

Los músculos manifiestan esa energía que crece al igual que en las plantas. Para mantener un correcto equilibrio se recomienda comer ligero e incluir más verduras crudas (todas las que no hemos comido en invierno).

Podemos aprovechar este renacer para instalar nuevos hábitos en nuestra vida, tanto en lo emocional como en lo físico y en lo espiritual.

Es la representación de la adolescencia, en este momento se activan las energías y estamos más alegres debido a la influencia del sol.

Se trata de una época de crecimiento, de maduración, de amor y compasión hacia el entorno. La sangre fluye más rápido.

Es conveniente reducir la ingesta de alimentos y siempre consumir comida fresca para contrarrestar la temperatura exterior.

También es aconsejable hacer menos esfuerzo físico para evitar golpes de calor, desmayos o mareos. Es el momento ideal para inspirarnos, ya que el cerebro está más despierto gracias a la exposición a la luz.

Es la madurez, la etapa de transición entre el verano y el invierno. Se trata de una estación donde empiezan los primeros fríos, tempestades y vientos.

Es importante evitar los excesos y estar atentos a los síntomas de tristeza o depresión iniciales. La melancolía y la depresión son más frecuentes debido a la disminución de las horas de luz solar.

Para combatir estos cambios emocionales toma proteínas y magnesio (un aliado para nuestra energía).

No descuides la dieta, porque es común que aparezcan enfermedades virales. Practica ejercicio, distráete, hazte masajes, lee, mira películas… Todo lo que sirva para evitar la angustia es bienvenido.

Recuerda también que el otoño es el momento de la depuración, de soltar viejas actitudes y comportamientos, de alejarnos de las personas tóxicas y de liberarnos de lo malo.

Representa la vejez y, al comienzo de esta estación, el frío nos hace estar más calmados, pero al mismo tiempo más tristes o desanimados.

Las bajas temperaturas incitan a mayores atracones de comida porque el cuerpo necesita almacenar energías.

Conviene hacer más ejercicio y estiramientos y beber líquidos templados o calientes.

El invierno está relacionado al miedo, a la oscuridad y a la depresión, pero también es el momento ideal para mirar hacia el interior, meditar, ocuparnos de nuestros problemas personales y dejar de lado las inseguridades.

Aprovechar los días cortos para pasar más tiempo en familia o incluso seguir la filosofía de los nórdicos, que disfrutan el frío y las jornadas en el hogar.

Fuente: mejorconsalud

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