Comer rápido, por mucha prisa que tengamos, no hace bien a nuestra salud. Descubre con nosotros los peligros a los que nos exponemos y cómo remediarlos.
La ingesta desbordada de alimentos en poco tiempo puede provocarnos uno de los mayores males estomacales: el reflujo, ocasionando hasta graves problemas a solventar con operaciones.
Como mal menor, pero molesto, la acidez es uno de los primeros síntomas en aparecer tras una rápida toma de comida.
Las indigestiones mal hechas junto a los vómitos son otros síntomas a resolver por el hábito de comer muy rápido.
Podemos sufrir hasta intoxicaciones de alimentos por la mezcla de ingredientes en nuestro estómago o malos procesos de asimilación.
Por eso, lo mejor es comer pausadamente, aunque tengamos prisa, para asimilar cada ingrediente y hacer bien la digestión.
Una manera de empezar a comer lento es comer en compañía: mientras hablemos con los demás no comeremos y eso nos ralentizará los bocados.
Evitar comer en la zona de trabajo, ya que nos hará ir más rápido con el plato de comida para quitarnos de encima la tarea de comer y seguir con nuestro trabajo.
Autoestablecerse la norma de contar las veces que masticamos: diez por cada bocado que demos a la comida. Eso nos hará triturarla tanto que evitaremos reflujos.
Sentarse a la mesa con personas que coman muy despacio, por mera compatibilidad inconscientemente vamos a retrasar cada bocado.
Si tenemos mucha hambre es mejor tomarse una infusión, que nos saciará antes, a lanzarse al plato de comida.
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