Aunque solemos identificar a la oveja negra con esa bala perdida, lo cierto es que puede ser una persona que, lejos de no saber lo que quiere, es mucho más consciente de ello
Llamamos oveja negra a la persona que no sigue las ideas de un colectivo. Es un término muy usado, sobre todo a nivel familiar, y que casi siempre, suele aplicarse de forma peyorativa.
La oveja negra de la familia suele recibir críticas porque no encaja con los valores del resto. Porque es tozudo, reaccionario y poco dócil.
Sin embargo, hay una dimensión que los describe de forma mucho más concreta: tienen voz propia.
Lejos de lo que podamos pensar, ser y actuar de acuerdo a los propios valores y reaccionando frente al resto de ovejas blancas también puede ser saludable para nuestra salud física y emocional.
Queda claro que estamos obligados a convivir los unos con los otros.
Sin embargo, para convivir hay que saber respetar, y cuando a una persona no se le permite tener voz, tener sus propios criterios y actuar como siente y desea, entonces el principio de la convivencia queda vulnerado.
Si en estos mismos instantes te encuentras en esta situación, te invitamos a reflexionar en unos sencillos aspectos.
La sociedad nos sugiere, mediante mecanismos muy sutiles, que seamos un ejército de personas iguales.
La educación, las modas, el ideal de belleza, las tecnologías, la publicidad… Todo ello son directrices muy férreas donde nos dejamos llevar para acabar siendo un rebaño de ovejas blancas
A pesar de que hay muchas de esas cosas nos complacen (a todos nos gusta el consumismo, por ejemplo) cuando uno reflexiona sobre ello se da cuenta de algunas cosas.
Las personas acabamos siendo como ovejas Dolly. Clones unos de otros.
Se acepta como es y lucha para seguir siendo de ese modo, sin contradicciones, sin falsedades.
Para dejar de ser parte de esa masa de seres iguales debemos primero revelar nuestro auténtico ser. Descubrir aquello que somos, aquello que nos identifica, define y nos hace felices.
Todos disponemos de una especie de sensor que nos pone en alerta cuando alguien o algo nos vulnera.
Un desprecio, una crítica poco constructiva y dañina, una ofensa o una orden que va en contra de nuestros valores, son hechos ante los que no hay que cerrar los ojos.
Pocas cosas son más saludables y reconfortantes que irse a la cama con la conciencia tranquila.
No obstante, son muchas las personas que llegan a su almohada con todo un bosque de problemas a los que volver para caer en el océano del insomnio.
Así pues, admitámoslo. ¿Por qué hemos de alimentar tanta infelicidad? Seamos libres, actuemos con respeto en todo momento pero aprendamos, a su vez, a respetarnos a nosotros mismos.
Tu dignidad es importante: actúa como piensas, haz lo que prometes y no te calles lo que sientes.
Todos hemos escuchado muchas veces eso de “aprende a ser libre” o que “la libertad nos da la felicidad”. Ahora bien, pero… ¿Cómo se hace eso de ser libre?
La libertad es relativa. Todos tenemos obligaciones sociales y personales. Vivimos en sociedad y ello implica seguir y asumir unas reglas.
Ahora bien, dentro de esos márgenes hay muchos senderos que deberíamos empezar a transitar para descubrir que la auténtica libertad sí existe.
En caso de no hacerlo, el problema, lo queramos o no, será de ellos. No nuestro.
Aprende a poner límites, a salvaguardar tu integridad personal y emocional.
Ser la oveja negra no es un crimen, es un derecho excepcional a ser único, diferente: tú mismo.