Mucho se habla y se escribe sobre trucos y consejos para el buen cuidado de nuestra piel. Es muy habitual encontrar estilistas y demás expertos en la materia que describen con esmero las últimas tendencias de maquillaje o se declaran “enamorados” del producto estrella que cada temporada revoluciona el mundo de la cosmética. Sin embargo, existe un “eterno olvidado” en esto de la belleza: el proceso de desmaquillarse.
No dudamos en aplicarnos de forma disciplinada mil y una crema, tónico, peeling facial o mascarilla con las que conseguir, si no la eterna juventud, el envejecimiento más digno. Consideramos fundamental conocer y dominar la técnica del “must” de maquillaje de la temporada pero… ¿qué pasa cuando termina el día y nuestra piel necesita respirar?
A menudo (en un 53% de los casos, según datos del estudio de aptitudes de IPSOS) se nos olvida la importancia de una buena limpieza del rostro, sin darnos cuenta de que el desmaquillado es una parte fundamental del cuidado facial.
Un ritmo de vida frenético, la falta de tiempo para una misma, el cansancio acumulado durante la jornada, el “lo hago más tarde”, llegar a altas horas de la noche y, en definitiva, la pereza, peor enemiga de los cuidados de belleza, pueden ser la causa de nuestro descuido, pero nunca una excusa. Aunque no llegan al nivel de limpieza en profundidad de los productos específicos, en la actualidad existen productos muy prácticos como las toallitas desmaquillantes o los discos de algodón impregnados en loción limpiadora que pueden convertirse en una buena solución.
Y es que, aunque muchas veces pensamos que “a nosotras no nos va a pasar”, lo cierto es que un mal desmaquillado tiene consecuencias directas sobre el envejecimiento prematuro del cutis.
Fuente: Panorama