Un neurofisiólogo de EE.UU. encontró un remedio para saber los límites tomando alcohol y la zona del cerebro donde se debe insertar. Cree que es aplicable a personas, ya que funcionó en ratones.
Una serie de experimentos con ratones de laboratorio ha permitido a un científico estadounidense detectar en el sistema nervioso de los pequeños mamíferos una zona responsable de la regulación del consumo de alcohol. Inyectando en esta zona un fármaco conocido como 'un somnífero experimental', se lograba inhibir en ellos el deseo de seguir bebiendo cuando habían alcanzado el estado de embriaguez ligera.
La verdad es que existen dos grupos de ratones según su comportamiento frente a un comedero lleno de bebida alcohólica, según revela en un artículo el profesor de Neurociencia David Rossi, de la Universidad Estatal de Washington. Unos paran después de tomar un análogo de dos copas, porque "conocen sus límites". Es que al tomar esta dosis, ya no pueden guardar el equilibrio sobre un cilindro rotatorio.
Otros siguen bebiendo porque se sienten cómodos sobre el cilindro, incluso con una cantidad de etanol en su sangre "tres veces mayor que el límite de conducción bajo los efectos de alcohol", según los cálculos del investigador. En comparación con aquellos 'abstemios', estos son propensos a la 'borrachera', revela en la revista 'EurekAlert!'.
Su sensación de comodidad tenía que ver con el funcionamiento de las células granulosas del cerebelo, dedujo Rossi. El propio alcohol suprimía en ellos la sensibilidad de unos receptores especiales, conocidos como GABA-A. Al restablecer la sensibilidad, se podría cambiar el comportamiento: esta fue la hipótesis de la segunda parte de la investigación.
El científico consiguió un éxito al encontrar una sustancia que producía el efecto deseado. Fue el derivativo de un alcaloide presente en varias setas venenosas THIP, conocido también como 'Gaboxadol'. Durante los años 2000 realizó pruebas en EE.UU. como un fármaco somnífero, pero sin mucho éxito.
Sin embargo, en ratones esta sustancia pudo activar los receptores de sus cerebelos de la manera deseada. Aquellos 'ebrios' dejaban de consumir alcohol después del segundo trago, al igual que lo hacían los 'abstemios'.
Aunque los efectos del THIP no han sido probados en personas, hay cierto paralelismo con el comportamiento humano en esta historia, admitió Rossi en un comentario: "Si usted es sensible a los efectos que el alcohol ocasiona en la motricidad, suele no beber mucho. Si no es sensible, usted beberá más", explicó.