La cultura de la delgadez, el perfeccionismo y la obesidad son algunas de las causas que llevan a los jóvenes a padecer un trastorno de alimentación.
Si percibes que tu hijo ha cambiado su conducta alimentaria, se ha obsesionado con el ejercicio y tiene cambios de ánimo repentinos, es recomendable observar atentamente estos signos de alarma.
Según estudios epidemiológicos, uno de uno de cada 200 adolescentes padece anorexia nerviosa en España, y uno de cada 50, bulimia nerviosa.
Pero esta cifra podría ser mayor, si se tiene en cuenta que la mayoría de estas personas, no buscan ayuda profesional. Y es que como dice el refrán, “la procesión va por dentro“, y ellos prefieren aislarse de todo los que los rodea.
Para la psiquiatra Montserrat Graell, coordinadora de la Unidad de Trastornos de la alimentación del Hospital Niño Jesús de Madrid, aunque el pronóstico de este tipo de trastornos psiquiátricos ha aumentado a lo largo de los últimos 25 años, los médicos se mantienen en alerta por un aumento en el diagnóstico de casos en varones.
Esta situación, explica la doctora Graell en el espacio de radio “El Bisturí” de EFESalud, es una oportunidad para que los pediatras y los médicos de atención primaria identifiquen señales comunes de la anorexia y la bulimia en niños y de esta forma, se logre avanzar en la atención temprana y el tratamiento a los pacientes y sus familias.
Según las tasas de género “por cada 9 chicas afectadas hay un chico, especialmente en la adolescencia” afirma la la doctora Graell. Si tenemos en cuenta a los niños en edad escolar, por debajo de los 13 o 14 años, “por cada 9 chicas hay 6 chicos” agrega la especialista.
La prevalencia de casos en chicas podría estar relacionada con el inicio en la pubertad, cuando el cuerpo de la niña empieza a cambiar y a transformarse en mujer. Además, hay una mayor incidencia en familias que le dan demasiada importancia a la imagen y la estética, según lo explica la psiquiatra.
En caso de no intervenir a la paciente con un tratamiento multidisciplinario, que incluya terapia psicológica y psiquiátrica, a futuro pueden aparecer consecuencias nefastas para la salud fisiológica como desnutrición, osteoporosis y hasta la muerte. La mayoría de los efectos negativos se dan en el entorno social, ya que la frustración y la depresión pueden limitar su capacidad para el trabajo o el estudio.
El tratamiento tarda una media de 4 años para conseguir las tasas de recuperación. “Una vez pasados estos años de tratamiento intensivo, dedicando mucho tiempo de terapia semanal, se va a requerir un periodo de seguimiento para evitar recaídas” dice la experta.
En edades entre los 13 y los 15 años, “un 60 por ciento alcanza la recuperación total, y un 20 por ciento la recuperación intermedia” señala la psiquiatra. El 15 o 20 por ciento restante, puede tener un curso crónico y tiende a oponer resistencia al tratamiento. “Este grupo tiene una forma más grave de la enfermedad, y nuestros esfuerzos van dirigidos a modificar este segmento”, advierte la doctora Graell.
Frente al aspecto de la prevención, la doctora Graell señala que “ahora es más visible la gravedad de la enfermedad en la sociedad, en las familias y en la escuela”, pero advierte que las iniciativas para concienciar sobre esta problemática no alcanzan la magnitud necesaria para tener un mayor impacto.
“Es tiempo de empezar campañas de prevención globales”, afirma.
Para la experta, con los tratamientos lo que se busca es “una mejoría en los hábitos de vida de la persona, no solo en alimentación, sino también en la actividad física”, para generar una estabilidad en la salud mental del paciente.