¿Se puede explicar el amor?

Nuestro filósofo del erotismo nos llena de preguntas: ¿Qué disciplina provee un conocimiento válido sobre los orígenes, efectos, motivaciones del amor?

¿La ciencia o la metafísica? ¿Todo es explicable?

Hay debates que, aunque sepamos que se encuentran en algún punto superados, nos permiten, sin embargo, ordenarnos, establecer los márgenes de cualquier problema, tomar partido.

El debate entre la ciencia y la metafísica en el amor ahonda en nuestras supuestas limitaciones, ya que nos deja muy en claro cuáles son las fronteras de uno y otro lado. Pero a veces la claridad no alcanza.

En el caso del amor. ¿Qué disciplina provee un conocimiento válido sobre sus orígenes, efectos, motivaciones?

¿Todo es explicable? ¿Todo debe ser explicable o el amor es el anhelo de lo inexplicable? ¿No se nos presenta cualquier explicación sobre el amor como una pérdida de intensidad, de valor, de sentido?

Como si explicar el amor fuese en sí mismo un acto de desencantamiento, cuando lo propio del amor parecería estar en su capacidad de inspirarnos justamente a pesar de su irracionalidad.

Pero así llegamos a un extremo peor: ¿no resulta también una explicación, sostener que hay zonas del ser humano inexplicables?

Un intento de Domesticar

Explicar tranquiliza. Enmarca, ordena, pone las cosas en su lugar. A veces, se tiene la sensación de que, más que buscar comprender el funcionamiento de las cosas, las explicaciones buscan "domesticar" las cosas para que funcionen de un modo que no altere demasiado el statu quo.

¿O se puede probar científicamente algo sobre los grandes temas amorosos?

Todo el intento de la ciencia -desde la prohibición del incesto hasta las depresiones afectivas, o desde el supuesto carácter natural de la monogamia hasta la demostración del comportamiento químico de nuestros organismos en estados enamoradizos- siempre nos dejan la sensación de brindar una explicación suficiente en términos racionales, pero que, en su intento de alcanzar el centro de la cuestión, pierde el objeto.

¿Será que el amor tiene ese rasgo de exceso, de sobrepasamiento, de imposibilidad?

¿Será que no se trata de vislumbrar la imposibilidad de acceder a la naturaleza del amor por una deficiencia de nuestras capacidades de conocimiento, sino que la naturaleza misma del amor es esa imposibilidad? O sea, la prueba de nuestra condición finita, esto es, humana.

Amar la anomalía

¿Qué es la metafísica? En su uso tradicional, supone asumir un saber sobre una realidad que excede lo natural (en griego, "metafísica" significa "más allá de la física", esto es, de la naturaleza), pero en ello resulta su paradoja: ¿cómo explicar lo que está "más allá" con categorías del "más acá"?

El debate entre la ciencia y la metafísica en el amor se podría ejemplificar de este modo: un día, nos cruzamos haciendo la fila juntos para hacer un trámite. No era tu barrio, pero por una serie de situaciones anómalas llegaste ahí, justo en el horario en que yo jamás hago trámites, pero por toda otra serie de situaciones anómalas, yo también estaba ahí.

Nos separaban dos personas, pero por diferentes situaciones anómalas ambas personas desistieron.

Ni vos ni yo hablamos con anónimos en filas, pero ese día anómalo hablamos. Hoy, años después, seguimos juntos...

¿Ciencia o metafísica? La ciencia puede explicar este encuentro por todo un sistema de combinaciones y posibilidades estadísticas.

Pero no alcanza, ¿no? La clave está en la anomalía, y tal vez lo anómalo nos permita desarticular finalmente tantas oposiciones. .

Fuente: Revista Oh Lala

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