El dicho popular dice que nadie se salva de la muerte y de los cuernos. Pero ¿cómo actuar cuando el infiel eres tú?
¿Conviene optar por el sincericidio o sostener el engaño hasta las últimas consecuencias?
Están los que aseguran que corazón que no ve, corazón que no siente. Muchos creen que confesar una infidelidad es un acto de completo egoísmo, que se trata de hacer sufrir al otro con tal de liberarse de la pesada mochila de la culpa.
Para ellos la verdad no tiene sentido y hacerse cargo de un engaño sólo provoca un innecesario dolor en el ser amado.
Otros, llevan adelante el imperativo categórico: no importan las consecuencias, la sinceridad es fundamental para que una pareja subsista y el infiel tiene que confesar pase lo que pase. Lo cierto es que cada pareja es un mundo con sus propias reglas y códigos. En el juego del amor, no hay receta que valga.
Según un estudio estadístico realizado por IPSOS, el 30% de la población es infiel.
De los 824 encuestados, el 35% de los hombres y el 26% de las mujeres reconocieron haber engañado alguna vez a sus parejas estables.
Las causas de la infidelidad son muchas: aburrimiento, necesidad de aumentar el ego y sentirse querido o deseado, ganas de tener una aventura para romper con la rutina, venganza frente a la sensación de abandono, o una forma de evadir los problemas que existen dentro de la pareja.
“Últimamente el consultorio se ha llenado de víctimas de amor que devuelven su dolor o la angustia frente al maltrato y la desconsideración con una trampa. De esa manera sienten que el otro merece el castigo y pueden seguir soportando el mal carácter, la humillación, las carencias afectivas. En general me ha sucedido que, en las mujeres, esta situación transgresora las excita y les estimula más el deseo”, dice la licenciada Sandra Lustgarten, psicóloga y sexóloga.
MEJOR HABLAR DE CIERTAS COSAS
La clave está en dejar el terreno claro de antemano. Saber o no saber, de eso se trata el asunto. Se puede elegir la píldora azul y continuar haciendo de cuenta que no pasó nada, u optar por la pastilla roja y enfrentarse a la crisis y el dolor que suele implicar saberse engañado. Cada persona tiene derecho a un camino o al otro. Si conocemos a nuestra pareja y charlamos sobre una posible infidelidad, vamos a saber qué es lo que desea.
La base de una relación a largo plazo es llegar a acuerdos concretos y aprender a respetarlos. Por sí misma la infidelidad no es mala ni buena, todo depende del contexto y de las prioridades. El sexólogo Esteban Cañamares explica: “Los seres humanos tenemos dos necesidades contrapuestas. Por un lado, expandir nuestros genes, descubrir nuevas formas de ser, amar y jugar. Y, al mismo tiempo, tendemos a querer un entorno estable, con pareja o familia, para toda la vida o durante mucho tiempo. Vivimos en esa contradicción”.
Aunque dar el primer paso no sea tarea fácil, es conveniente hablar sobre el tema “infidelidad” al comienzo de la relación. Crear un pacto y acordar entre los dos qué es lo mejor para la pareja siempre es preferible a improvisar con un muerto en el placard. Lo importante es no ser hipócrita y poner las cartas sobre la mesa para que nadie salga lastimado.
Fuente: Rumbos Digital