Stephen Hawking, el hombre de las estrellas

Stephen Hawking es quizás el científico vivo más célebre de nuestra época. 
 

Su prestigio, probablemente solo sea comparable al de Albert Einstein en su tiempo.

La fama de la que goza, obedece en principio a sus aportes sobre el origen del universo y a las leyes de la física involucradas en este proceso.

Sin embargo, su prestigio también se debe a la valentía con la que lucha para sobreponerse a las dificultades que le genera la enfermedad que sufre.

Esta condición no ha sido un obstáculo a la hora de llevar una vida particularmente ajetreada para un hombre con tantas limitaciones.

Para algunos, incluso, esta situación ha contribuido a que sea considerado una estrella por los diferentes medios de comunicación.

“Pon tu cara hacia el sol y no verás las sombras”-Helen Keller-

Uno de sus libros más conocidos es Historia del tiempo, que se convirtió en best seller en poco tiempo y del cual se han vendido más de diez millones de copias.

Posteriormente se convirtió en película. Hawking no solo resulta admirable por sus logros intelectuales, sino por haberlos realizado en medio de tantas dificultades. Sin duda, su magnetismo es resultado de su vulnerabilidad, su coraje y su brillantez.

Hawking, una mente prodigiosa

Nació en enero de 1942, en Londres. Exactamente trecientos años después del fallecimiento de Galileo, aspecto con el que Hawking bromea a menudo. Pertenecía a una familia “excéntrica”, según afirma el menor de sus hermanos, Edward.

Su padre se desempeñaba como médico y permanecía la mayor parte de su tiempo en África, dedicado a la investigación.

Hawking era apenas un adolescente cuando tomó la decisión de estudiar matemáticas y física. Fue así como se inscribió en Oxford a la edad de 17 años. Era popular entre sus compañeros por su inteligencia y tenía fama de no dedicar mucho tiempo al estudio. En cambio, sí jugaba al bridge y practicaba regatas con sus amigos.

Stephen Hawking

Después de varios años dispersos y sin mostrar una especial dedicación por los estudios, sus notas eran buenas. La escuela elegida por Hawking fue Cambridge. Esta exigía un promedio sobresaliente.

Se expresó con sinceridad a la hora de su entrevista diciendo: “Si saco sobresaliente iré a Cambridge. Si saco notable, me quedaré en Oxford. Confío en que ustedes me darán el sobresaliente”. Y así fue.

Como científico, su carrera comenzó hace más de 25 años, precisamente en la Universidad de Cambridge. Quizás ha sido el científico que más ha hecho para acercarnos a la comprensión del universo. Su trabajo teórico, en torno a los agujeros negros, y sus adelantos en el conocimiento sobre el origen y naturaleza del universo son vanguardistas y, sin duda, revolucionarios.

Un modelo ejemplar

A los veintiún años, a Hawking le diagnosticaron una enfermedad degenerativa, conocida como “enfermedad de las neuronas motoras” o ELA.

Este mal lo ha confinado durante la mayor parte de su vida a una silla de ruedas. Hawking no permitió que dicha enfermedad fuera un obstáculo en su desarrollo científico.

De hecho, su enfermedad lo ha liberado del quehacer rutinario para dedicarle tiempo a la investigación.

Hawking rehuye hablar de sus incapacidades físicas y evita hablar de su vida personal. Desea que lo recuerden sobre todo como científico, como escritor y divulgador de la ciencia y como una persona como cualquier otra, con los sueños, impulsos, deseos y ambiciones que tiene cualquier persona de a pie.

Stephen Hawking

Cuando a Hawking le diagnosticaron la enfermedad, le aclararon que era más común en personas mayores. Sin embargo, él contaba con tan solo veinte años.

De cualquier forma, el mal avanzó rápidamente y los médicos no le daban más de dos años de vida. El hombre de las estrellas se sumió entonces en una profunda depresión y escuchaba todo el tiempo a Wagner.

Pasados dos años, las cosas se estabilizaron para Hawking en términos de salud.

Decidió casarse con Jane Wilde, con quien posteriormente tuvo tres hijos. Hawking continuo con su labor investigadora, sobreponiéndose incluso al devastador deterioro físico que había generado su enfermedad. En 1969, fue relegado definitivamente a una silla de ruedas. Esta situación hizo que dependiera completamente de una tercera persona.

Un hombre que se supera a sí mismo

En 1979, fue elegido para dictar la cátedra Lucasiana de matemáticas en la Universidad de Cambridge. Esta cátedra había sido dictada por Isaac Newton en su tiempo. Posteriormente fue sometido a una traqueotomía de urgencia y en 1985 perdió por completo la posibilidad de hablar. Su único canal de comunicación se redujo a un sintetizador de voz adaptado a su silla de ruedas.

Hawking relata, con buen humor, una anécdota que le sucedió en el Vaticano. Al finalizar un congreso de cosmología realizado allí, los ponentes tenían una audiencia con el Papa. Este manifestó su interés por estudiar el Big-Bang y la posterior evolución del universo, afirmando que era creación y obra de Dios.

Stephen Hawking

Hawking dice que sintió alegría porque el Papa no hubiera entendido la ponencia que acababa de hacer y que trataba sobre “la posibilidad de que el espacio-tiempo fuera finito, pero no tuviera ninguna clase de límites”. En otras palabras, acababa de decir que el universo no tuvo principio, que no hubo un momento de creación. Por eso se alegraba de que el Papa no hubiera entendido y dijo “no tenía ganas de compartir la suerte de Galileo”.

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